COMO COGER UN RESFRIADO SIN QUERER

El resfrío común es la enfermedad más frecuen­temente encontrada en el mundo civilizado y, aun­que no siempre doloroso, resulta extremadamente incómodo, molesto y perturbador, sobre todo porque suele tratarse de una dolencia arrastrada desde hace mucho tiempo.
Una sucesión de resfriados debilita enormemente el organismo y puede contribuir a inducir toda una serie de enfermedades más graves. Desgracidamen-te, en la actualidad predomina la idea equivocada de que el resfriado es, o bien un fenómeno natural del invierno, o una enfermedad incurable. Este blog demostrará cómo ambos errores de concepción han puesto durante mucho tiempo trabas a los in­tentos de curar el mal, y animará a los lectores a re­cuperar lo más rápidamente posible un buen estado de salud.
Lo más importante es examinar el resfriado desde un punto de vista totalmente nuevo y distinto, según el cual no se trata de una enfermedad por derecho propio; esto hace que su curación por medios quí­micos resulte prácticamente imposible; los síntomas de un resfrío no son sino un intento fallido por parte del cuerpo de librarse de la enfermedad, pues los materiales tóxicos y residuos que no hayan sido to­talmente eliminados a través del sudor, la orina, la defecación o la respiración permanecerán en el or­ganismo como una fuente constante de daños y de nuevas intoxicaciones.
El primer método para expulsar del cuerpo la en­fermedad, las materias tóxicas y los productos resi­duales consiste en sudarlos a través de la piel; pero, sobre todo en invierno, el individuo medio se cubre de forma exagerada e imprudente, en un intento por conservar el calor poniéndose mucha ropa. Esto impide que la piel pueda respirar. En lugar de so-breabrigarre, intenta crear y mantener un calor in­terno mediante el ejercicio y la dieta.
Cuando la piel se ve expuesta a temperaturas extremadamente bajas, los poros se cierran y difi­cultan enormemente el proceso de la perspiración.
Ni los profesionales de la Medicina ni los de la Farmacia han logrado descubrir un remedio para el resfriado común, pues éste no es la causa básica del trastorno y la incomodidad, sino simplemente una suma de síntomas comunes a toda una serie de en­fermedades derivadas de la acumulación de produc­tos residuales y toxinas. Por supuesto, hay siempre «gérmenes» presentes, exactamente igual que, después de un accidente, suele hacer su aparición la policía, pero sin que se piense por ello que fue la policía la causante del accidente. Los intentos de curar la enfermedad exterminando los gérmenes no pueden ser nunca una panacea universalmente apli­cable, ya que existen innumerables tipos de gérme­nes, y los exterminados se ven rápidamente reem­plazados por otros nuevos.
El hecho de que las hierbas medicinales para este tipo de enfermedades hayan sobrevivido no sólo durante muchos siglos sino incluso al impacto masi­vo de los modernos medios de publicidad, me re­cuerda el antiguo proverbio que al profesor Millot-Severn tanto le gustaba citar: «Puedes hacer tu tra­bajo tan bien que, aunque vivas en medio de un bosque, el mundo trazará un camino hasta tu puerta.» Si se aplican correctamente, las hierbas medicinales lograrán un efecto contundente y rá­pido.
Todo el enfoque de las curaciones mediante el empleo de métodos dietéticos y hierbas medicinales difiere del seguido por los propagandistas de los medicamentos artificiales; nuestra idea básica es fortalecer el organismo para que pueda realizar sus propias tareas de manera eficiente y natural. Hace ya dos mil quinientos años, Hipócrates afirmaba: «El cuerpo humano posee el poder necesario para curarse a sí mismo»; y según se van incrementando nuestros conocimientos de las funciones corporales, nos vamos dando cada vez más cuenta de la gran verdad de estas palabras del «Padre de la Medici­na», verdad que, debido a la ignorancia de las ge­neraciones posteriores, se ha visto durante mucho tiempo desdeñada.
Una de las vías normalmente empleadas por el organismo para expulsar las enfermedades, los des­perdicios y toxinas es la orina. La orina se produce fundamentalmente por la acción de los ríñones, que analizan, seleccionan y clasifican los residuos de nuestros tejidos corporales. En una persona sana, la producción de orina suele ser aproximadamente doble que la de sudor; en los casos de enfermedades renales suele haber una perspiración anormalmente intensa, pues los dos métodos de excreción utilizan el agua como medio de limpiar y purificar el orga­nismo, y ambas funciones se hallan estrechamente interrelacionadas; no obstante, sería exagerado dar por sentado que toda perspiración excesiva se debe a una enfermedad renal; puede tener su origen en una ineficiencia de los ríñones de carácter puramen­te temporal. Más de un 90 por 100 de la orina es agua, mientras que aproximadamente un 5 por 100 se compone de una materia sólida denominada urea. En un día, un individuo medio produce aproxima­damente 30 gramos de urea en un contenido líqui­do de unos 1.500 gramos de orina.
Para comprender cuál es tu estado de salud y por qué estás cogiendo continuamente resfriados, de­berías saber algo acerca del análisis de orina. En un estado de salud normal, su color será amarillo pálido; pero si es extremadamente pálido, puede haber una cierta tendencia a la diabetes, por lo que con­vendría someterse a pruebas médicas; un tinte lige­ramente anaranjado suele ser la consecuencia de es­fuerzos musculares muy intensos, de un comienzo de fiebre y ocasionalmente de ictericia (lo que se vería confirmado por el color de la piel). Un amari­llo intenso y enfermizo indica la presencia de bilis en la orina, y que el hígado necesita una atención inmediata; un tinte rojizo indica la presencia de sangre, que también puede dar lugar a un color más bien marrón; la orina será de color verdoso o negruzco cuando el paciente haya estado ingiriendo determinados medicamentos artificiales, ácidos, creosota, o alguna sustancia derivada del betún, y el color desaparecerá sólo cuando el organismo haya conseguido librarse completamente de dichas sus­tancias; cuando la orina ofrece un aspecto turbio o ligeramente lechoso, puede deberse, bien a un ex­ceso de grasa, bien a pus de infecciones internas que se expulsa a través de la misma; cualquier matiz opalescente indica la existencia de diminutas bacte­rias en la orina; en algunos casos de tifus se observa en ocasiones un tinte azulado. Ahora bien, antes de que se produzca un resfriado se observará siempre un cierto cambio en el color de la orina, normal­mente la intensificación del mismo es de un amari­llo más oscuro del normal (pero todavía pálido) a un tono levemente anaranjado, que indica gran cansancio o fatiga; tales advertencias deben ser tomadas en serio, y una de nuestras primeras medidas defensivas debe consistir en un mayor reposo; la se­gunda, e igualmente importante, en seguir los con­sejos sobre dietética incluidos en esta obra. Los sedi­mentos esponjosos y levemente rosados de la orina son únicamente urea.
Otro método por el que el cuerpo se libera de los productos nocivos y venenos es la defecación. Mucha gente sólo le presta atención cuando está estreñida. Algunos lectores pueden haber oído acerca del pu­ritano del siglo XVII cuya única receta para una vida sana era «Teme a Dios y manten el vientre bien abierto», que es en parte médica y en parte psicoló­gica. Significa que si no hacemos regularmente de vientre, nuestro organismo retendrá productos resi­duales extremadamente peligrosos que no deberían dejarse nunca en él. En español, otro término para referirse a coger un resfriado es el de «constiparse» *, lo que no es accidental, sino una supervivencia lin­güística de los sabios médicos del Imperio Romano. Si padeces estreñimiento, es probable que termines cogiendo un resfriado (incluso en verano). En latín, la palabra estreñimiento significa «estar lleno, atas­cado, repleto». Ya sabemos cómo los sumideros se atascan con frecuencia y dejan de cumplir su función; eso mismo es lo que a veces le ocurre al principal desagüe del cuerpo; pero, por lo general, nos preocupamos antes de desatascar nuestros fregaderos que nuestro propio organismo.
Hablando en términos generales, y para que el cuerpo permanezca sano, deberá hacerse cómoda­mente de vientre cada veinticuatro horas; dos eva­cuaciones al día son aún mejor y algo perfectamente normal; en el caso de las personas a régimen, la eva­cuación cada cuarenta y ocho horas es asimismo normal. Las heces fecales tienen, cuando la persona fcá sana, un color levemente marrón; pero si la dieta es muy rica en hierro, el color puede ser más oscuro, sin que ello signifique que el individuo en cuestión esté enfermo; algunas verduras de hoja Bpde producen unas heces ligeramente verdosas.
En caso de que se consuman muchas grasas, o de ictericia, las heces tendrán tendencia a aparecer blanquecinas o de color café con leche; los casos de disentería o de leve diarrea pueden dar lugar a heces amarillentas, y en el primero de los casos con ocasionales manchas de sangre. La presencia de Ifpgre en las heces fecales debería vigilarse, com­probarse e investigarse concienzudamente, siendo la pregunta más importante: ¿Persiste al cabo de cuarenta y ocho horas? Hay también heces que pa­recen viscosas o pegajosas, lo que constituye una señal mucho más grave de hemorragias internas, mientras que una mancha o dos de rojo intenso pueden indicar simplemente un arañazo en el recto o quizá la existencia de hemorroides (en ese caso, toma una bebida templada con mucha canela, que es un excelente antiséptico y desinfectante interno). Si hay abundante sangre de color rojo intenso, puede deberse a la presencia de una úlcera pe­queña. Un dolor intenso mientras se defeca se debe muchas veces a la existencia de almorranas; un dolor sordo puede deberse a una carga demasiado pesada de heces fecales o a una inflamación que normalmente se curará según la salud del paciente vaya mejorando. Las heces suelen estar más bien sueltas, y cualquier dureza en las mismas indica un desequilibrio de la salud, por lo que deberán adop­tarse de inmediato medidas protectoras. Muchas veces aparece también mucosidad en las heces, lo que indica igualmente una mala salud y que debe­rían emprenderse en seguida los correspondientes procedimientos curativos.
Se debería tener siempre cuidado de lavarse bien las manos después de utilizar el retrete, bien para orinar, bien para defecar, ya que existen numerosos órganos parasitarios que viven en el ser humano y que, a menos que el lavarse sea un hábito automá­tico, pueden pasar fácilmente de un medio a otro. Una variedad de dichos órganos parasitarios es la di­sentería amebiana, que produce frecuentes defeca­ciones —pues el organismo trata desesperadamente de librarse de los parásitos—, que suelen ir acom­pañadas de sangre; el ayuno y el beber zumo de limón ayudarán mucho en estos casos. También re­sulta útil el vinagre de sidra de manzana.
No se tarda mucho tiempo en observar la orina o las heces fecales, o en tomar nota de síntomas tales como el cansancio y el sudor, todos los cuales actúan como señales de alarma para prevenirte acerca de tu estado de salud.
La exhalación es el mejor método para expulsar los gases venenosos del cuerpo, aspecto que se estu­dia en un capítulo dedicado al tema de la respira­ción. Como los resfriados son esencialmente enfer­medades del aparato respiratorio, debemos lograr una sólida comprensión de las funciones de la in­halación y la exhalación en la vida cotidiana. Y debido a que tanto los catarros como la fiebre del heno, la bronquitis —y todos los males relacionados con las mismas— afectan a nuestro aparato respira­torio, constituyen dolencias extremadamente peligrosas que debemos curar lo más rápidamente po­sible.

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