Los pulmones reciben una sangre desoxigenada a través de las arterias pulmonares, que se subdividen para llegar a los más diminutos vasos sanguíneos de las paredes de los alveolos. El aire puro penetra hasta el fondo de los alveolos y, al mismo tiempo, la presión ejercida empuja al anhídrido carbónico a través de las paredes de los mismos (el aire fluye en un sentido a través de la válvula, y el anhídrido carbónico en el otro); de este modo, la sangre obtiene oxígeno y se libra del venenoso gas CO2 tan pronto como exhala el aire en cuestión. Esto explica por qué algunas personas encerradas en una habitación con el CO2 exhalado por ellas mismas pueden llegar a morir asfixiadas a menos que se permita la entrada de aire fresco.
Normalmente, el aire que respiramos consta de los siguientes elementos: oxígeno, 20,56 por 100; nitrógeno, 79,40 por 100; anhídrido carbónico, 0,04 por 100; mientras que el que exhalamos tiene aproximadamente la composición siguiente: oxígeno, 16,50 por 100; nitrógeno, 79,40 por 100; anhídrido carbónico, 4,10 por 100. Unas cantidades reducidas de anhídrido carbónico son absolutamente imprescindibles para estimular el centro de la me-dulla oblongata del cerebro que controla la respiración; pero un exceso del mismo lo estimulará excesivamente y provocará un colapso. El ejercicio intenso y los esfuerzos musculares producen una cantidad cada vez mayor de CO2 en la sangre y la necesidad urgente de más y más oxígeno, por lo que, si no respiramos con intensidad, no podremos obtener la cantidad de oxígeno que necesitamos para el esfuerzo que estamos realizando. Mi padre siempre me enseñó que necesitamos más reposo en invierno que en verano; pero, salvo los osos, casi nadie lo hace, lo que significa que es mucho más probable que nos agotemos en invierno que en verano. Y ahora otra explicación de por qué la mayoría de la gente se resfría en invierno y no en verano. En condiciones de cansancio físico (provocadas por el exceso de ejercicio) somos más susceptibles de experimentar estados de stress mental y nos encontramos menos preparados para hacer frente a los problemas económicos o emocionales; y como el funcionamiento del cerebro consume grandes cantidades de oxígeno, podemos ir provocando en nuestra corriente sanguínea una falta de oxígeno y un exceso de anhídrido carbónico.
Existen, pues, muchas razones y causas para los resfriados en nuestra forma de respirar. Aun cuando exhalemos el aire con todas nuestras fuerzas, en nuestros pulmones siempre queda un resto para permitirnos seguir adelante hasta la llegada de una nueva inhalación. Este resto se denomina Aire residual y equivale a aproximadamente unos mil centímetros cúbicos; la mayoría de la gente expulsa alrededor de mil quinientos centímetros cúbicos cuando exhala intensamente. El aire que inhalamos y exhalamos se denomina Aire periódico, pues entra y sale periódicamente, como una marea; el individuo medio inhala unos 500 centímetros cúbicos en cada respiración ordinaria; pero mediante una inhalación profunda y controlada, se puede introducir en los pulmones hasta 1.500 centímetros cúbicos. El individuo medio respira unos seis litros de aire (6.000 centímetros cúbicos) por minuto. Pero sólo un ejercicio físico adecuado permitirá renovar regularmente el aire residual de los pulmones; y, si no se renueva regularmente y a fondo, se facilitará el desarrollo de enfermedades y estados infecciosos.
Resulta innegable que las carreras y la práctica del atletismo son de la mayor importancia para todos los jóvenes, y que deportes tales como la natación resultan esenciales para los ciudadanos más maduros como ejercicio seguro y saludable. A los asmáticos se les recomienda frecuentemente nadar, y muchos de ellos han encontrado en dicha actividad alivio y mejoría.
Si, al respirar, se eleva únicamente los hombros, sin el correspondiente movimiento del diafragma y los músculos abdominales, es que no se está haciendo correctamente; debe considerarse casi invariablemente como una señal dé malos hábitos respiratorios.
Pero por deficientes e incorrectos que sean tus hábitos respiratorios, siempre podrás modificarlos y mejorarlos en beneficio de tu propia salud y para evitar resfriarte.
Las personas que han permanecido largo rato en una atmósfera viciada expectorarán y toserán mucho cuando pasen a otra más pura y limpia; pero no deben preocuparse por ello, pues se trata simplemente de la señal de que su cuerpo está efectuando su habitual tarea de limpieza y purificación.
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